Comparte Sarandon el arte de morir, en cine
 
Hace (53) meses
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Cuando se vislumbra el final de la propia vida, el cuerpo, la mente y el espíritu se ven trastocados profundamente…, y de ello puede dar fe Susan Sarandon, a quien en la ficción le ha tocado enfrentar la muerte en distintas ocasiones, casi siempre a causa de una enfermedad en etapa terminal.

Así lo hace en su nueva película, Blackbird, en la que personifica a Lily, una madre con cáncer terminal que decide acelerar su deceso antes de que su cuerpo se consuma. Su elección, sin embargo, genera una gran controversia familiar.

“La muerte asistida siempre será controversial, por el hecho de que la palabra muerte no forma parte de un entendimiento cotidiano. Hablamos de ella cuando se muere una persona cercana, un familiar, pero procuramos tener presente que nos merecemos en todo momento la vida, y no cambiamos esa perspectiva.

“Todo depende de cómo te aproximes a la muerte, hay culturas en donde el deceso se ve como una transición en la que la persona pasa a otra vida. Hay otras en donde se genera un caos por la ausencia de alguien que siempre estuvo presente”, dice Sarandon.

La ganadora del Óscar ha encarado a la muerte desde distintas perspectivas en producciones como No conoces a Jack, Un milagro para Lorenzo, Pena de muerte, Quédate a mi lado y ahora en Blackbird, a estrenarse en México el próximo año.

En No conoces a Jack dio vida a una activista, y posteriormente paciente, que apoya al doctor Jack Kevorkian en su controversial misión de asistir a enfermos terminales para que murieran de la forma más digna posible (suicidio asistido).

Pena de muerte, cinta que le dio la estatuilla de la Academia como Mejor Actriz, retrata la historia de la hermana Helen Prejean, quien da acompañamiento al condenado a muerte Matthew Poncelet (Sean Penn) mientras espera la ejecución de su sentencia.

Y en Quédate a mi lado da vida a la madre enferma de cáncer que encomienda a Isabel Kelly (Julia Roberts), la madrastra de sus hijos, la misión de cuidarlos y sacarlos adelante cuando ella muera.

“Me ha tocado acercarme a la muerte desde distintas perspectivas. Porque no podemos asumir la muerte solo con drama; también se puede ver con sarcasmo, con temor, como una lucha interna, como un descanso, eso depende de cómo la entiende cada persona”.

En su caso, incluso ha abordado el tema con humor cuando participó en la serie Friends, donde interpretó a una actriz cuyo personaje van a matar en la trama del show Days of our lives, y su cerebro será trasplantado al personaje de Joey (Matt LeBlanc).

“A veces hasta la comedia le queda perfectamente al tema. En (ese episodio), ella sabe que la van a matar, sufre, pero también lo ve como una oportunidad de empezar en otro lugar. Y se va a México”.

Pero y en la vida real, Susan Sarandon, ¿cómo ve la muerte?

“Para mí es sinónimo de paz. Sí, la muerte me genera tristeza, dolor, pero también fortaleza y oportunidad de enseñanza”, asegura la también directora, productora y activista.

Los dos decesos más cercanos que ha enfrentado son el de su padre, Phillip, que murió en 1999, y la de su segundo hermano, Terry, fallecido en 2016. Ambos fueron motivo de dolor y de agradecimiento, señala.

“Es que son ausencias obligadas y no hay instrucciones para asimilar el dolor de una partida. Entonces, la muerte se convierte en la enseñanza y en la prueba de fortaleza. Obviamente, no es lo mismo una muerte sorpresiva por un accidente o súbita, que una anunciada por enfermedad terminal. Creo que el contexto te da mayor entendimiento, pues cuando hablas de muerte también te enfrentas a las cosas que no se dijeron, al cuestionamiento de nuestra relación con quien se fue”.

Sarandon, quien trabajó con Sam Neill, Kate Winslet y Mia Wasikowska en Blackbird, remake del filme danés Silent heart, afirma que hoy entiende la muerte también como una oportunidad de trascender y de ayudar a otros de distintas maneras.

“Recuerdo cuando hice una participación en la serie  ER, en la que representé a una mujer cuyo nieto llega a la muerte cerebral y es ella quien debe autorizar la donación de sus órganos.

“Tuve una conversación larga y reflexiva con George (Clooney) y Julianna (Margulies) sobre el horror sentimental que debe ser estar en esa situación, pero también de lo necesario que es hablarlo, trascender y ayudar; deshacernos del egoísmo que provoca el dolor propio y saber entregar, saber dejar ir”.

Y eso es algo que exploró en Un milagro para Lorenzo, filme en el que encarnó a una madre que, junto con su esposo, luchan casi obsesivamente por encontrar la cura para su hijo, diagnosticado con una enfermedad degenerativa que amenaza con terminar con su vida prematuramente.

“Fue una situación digna de hablarse porque los padres de Lorenzo hicieron un tremendo esfuerzo por darle salud. Hay personas que desean conservar la vida aunque estén condenados, y hay personas que no la valoran, aunque no padezcan nada. Lo único que creo que no vale la pena es estar muerto en vida”, dijo.

 

Juan Carlos García I Agencia Reforma

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