Sabe México a Barranquilla por Shakira
 
Hace (65) meses
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Hace 23 años, cuando Shakira lanzaba su tema “Estoy Aquí”, no se imaginaba que en su futuro sería un himno de reafirmación y confianza.

La sensual estrella colombiana la esgrimió como una armadura la noche de este jueves en el Estadio Azteca, como parte de El Dorado Tour, su sexta gira mundial. Fue su primera canción y funcionó como declaración y manifiesto.

Porque la carrera de Shakira estuvo en jaque hace unos meses, cuando la atacó una hemorragia en sus cuerdas vocales. Y tiempo antes, cuando una crisis creativa y la crianza de sus dos hijos con el futbolista Gerard Piqué hicieron pensar que no volvería a los escenarios. Y aquí está.

El Azteca, un escenario donde pocos se atreven (por ahí U2, Paul McCartney), adoró a la barranquillera de 41 años desde un inicio. No importó que saliera con más de una hora de retraso por una lluvia que nunca se fue del todo.

La primera de dos fechas capitalinas fue, lejos, la más concurrida del tour: 48 mil 336 personas, muchas de ellas pintando el lugar con impermeables.

Shakira, una de las grandes mujeres espectáculo de Latinoamérica, sonrió, lanzó besos y bailó de manera inagotable. Su carisma, un huracán. Sus caderas, relámpagos. Lo demostró en “Loba”, con la que puso a todos a aullar.

“Gracias por estar aquí a pesar de la lluvia. Si hoy estoy aquí es por ustedes, porque los milagros existen. Quiero agradecerles por haber estado allí, todo este tiempo, en las buenas y en las malas, en los momentos más felices y en los más difíciles”, dijo la Embajadora de la UNICEF, algo mojada, pero feliz.

Lleno principalmente de mujeres y de grupos de amigas, el de Shakira fue un espectáculo que paseó por sus raíces de cantautora rockera (“¿Donde Estas Corazón?”, “Inevitable”) y seductora (“Underneath your Clothes”), para terminar mostrando su nueva cara, más urbana (“Perro Fiel”, “Chantaje”).

Sus fans querían imitar su danza del vientre o movimientos pélvicos. Pero ella, que se enfundó en pantalones que parecían pintados y mostró abdomen, es la reina. Tanto, que no necesitó de ningún equipo de bailarines para apoyarla sobre el entarimado.

Con siete años de ausencia de México, la producción estuvo acorde a su estatus de diva mundial: fuegos artificiales y rayos láser que volvían mágica la velada.

“Cuánto tiempo. No saben la emoción que siento de tenerlos cerca”, dijo.

Fue su voz, sin embargo, la que no dejó la certeza de otra época: a veces tímida, titubeante. Parecía que se estuviera protegiendo, y no era para menos: no estuvo seca más que en la primera canción.

A nadie le importó. Las gradas temblaron cada que ella cantaba y se contoneaba.

 

Mario Abner Colina
Agencia Reforma

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