Hombre de la tercera edad contribuye a protección de mariposa monarca
 
Hace (74) meses
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Don Francisco Ambrosio Martínez, quien es ejidatario y ocupa el cargo de vigilante de la mariposa monarca en Sierra Chincua, explica que sus funciones son cuidar que se respeten las reglas establecidas para la protección de la mariposa monarca y estar al pendiente de que el turista no se lleve plantas, ni mariposas muertas.

Asimismo, que respete los límites permitidos para observar las colonias de la mariposa monarca y atender los programas de desarrollo sustentable que se puedan aprovechar en las hectáreas que comprende el Sierra Chincua.

“Hace tres años nevó y tiró unos árboles, pero ya reforestamos 35 mil plantas nosotros mismos”.

El resto del año que no hay mariposa, en tiempo de agua reforestan, cuidan que no haya incendios y se aprovecha un pedazo del terreno como invernadero de oyamel y otro más como criadero de ajolote, considerada una especie en extinción.

Francisco Ambrosio Martínez, de aproximadamente 60 años, quizá más, por las marcas que la edad y el trabajo dejan en la piel de las personas, explica con voz bajita para no alterar la tranquilidad del santuario, “el año pasado fui guía, este año soy vigilante, cada año se acostumbra cambiar para que a cada ejidatario le toque ser vigilante”.

La familia Ambrosio vive en el Pueblo de Cerro Prieto, municipio de Ocampo.

“Se hace una hora y media en camioneta y andando tres horas, en pasajes son 40 pesos mínimo en ir y venir y aparte la comida, son 200 o 300 pesos lo que se gasta”, explica el mayor de la familia.

“La visita del turista sí nos ayuda, son propinas voluntarias porque no hay una tarifa establecida, en su mayoría son 50 pesos por viaje”, interrumpe una mujer guía que se encontraba cerca de la conversación.

A parte de la visita guiada y de las quesadillas que la mujer de la familia Ambrosio vende a los visitantes en el puesto que le corresponde hay otro ingreso del que pueden apoyarse durante esta época, pero no es tan fácil conseguirlo.

“Canadá decidió etiquetarlas para poder localizarlas, estas etiquetas las hay, rojas que valen 150 pesos, azules 20 pesos, verdes y blancas 200 cada una y es otro apoyo para nosotros, pero se necesita suerte para encontrarla”, narra Ambrosio nieto, con la desilusión de que hasta ese día no ha cobrado ningún apoyo extranjero.

Su abuelo coincide con él, “las marcan, las vienen a comprar de Canadá. Es una etiquetita redondita que se la ponen en sus alitas, pero es suerte encontrarla”.

Don Francisco cambia su semblante a uno de preocupación, quiere platicar que cerca de la Reserva se localiza el Pueblo Mágico Mineral de Angangueo, el cual como su nombre lo indica es una zona dedicada a la minería.

Algunos ejidatarios, al igual que él, muestran preocupación por esta situación que pone en riesgo el espectáculo que la naturaleza le ofrece al hombre, ya que de acuerdo con Don Francisco, en la zona boscosa de la Reserva se encuentran vetas de oro y plata.

Desde uno de los miradores con que cuenta Sierra Chincua, se puede apreciar la majestuosidad de la Reserva, los pinos altos que parecen tocar el cielo, el millar de mariposas que simulan hojas doradas bailando entre los árboles y las montañas que protegen al estado, pero también a lo lejos se ve el pueblo minero y la huella que esa actividad ha dejado en las cercanías del santuario.

Don Francisco expresa su preocupación por que esa actividad llegue a las áreas que resguardan las colonias de mariposas monarcas, ya que no sólo afectaría al Santuario, sino de acuerdo con él, a la Ciudad de México.

“Esta parte se conoce como Ojito de Agua y alimenta al Cutzamala”, el Sistema del Cutzamala abastece de agua al Valle de México, es por eso que refiere, que el caudal de agua que llega a la ciudad podría verse afectado por la minería en la Reserva.

“Esto es de todos, todos debemos protegerlo”, expresa con una voz más fuerte, mientras pasan a su alrededor los turistas que visitan el santuario.

Son problemas que hasta al más pequeño de edad de los Ambrosio le inquietan, mostrando nuevamente la grandeza de su pensamiento con palabras que sólo la conciencia de un adulto podría entender, dice “de grande quiero estudiar Ciencias Ambientales para seguir cuidando esto”.

Para llegar al Santuario de la Ciudad de México se debe dirigir hacia la ciudad de Toluca, Estado de México, tomar la carretera federal dirección a Morelia, hasta llegar a Zitácuaro, Michoacán, continuar rumbo a Morelia, donde se toma la desviación al municipio de Angangueo.

Cuando majestuosos pinos escoltan la autopista se está cerca de Sierra Chincua, el aire parece entrar frío a los pulmones acostumbrados a otra altura y el azul del cielo sorprende a todos como niños.

Entrar al santuario es maravillarse, no sólo con las mariposas, sino con la postal que enmarca un enorme oyamel que da la bienvenida al turista y un bosque guardián de las cabañitas de adobe y teja dedicadas para la venta de artesanías y comida, pero con paneles solares y estufas ecológicas.

El estacionamiento lo cobran en 40 pesos y la entrada por persona es de 45 pesos.

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