Borracho e imbécil
 
Hace (94) meses
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No me preocupa gran cosa que los gobernantes piensen que soy un borracho o un imbécil. Yo pienso cosas peores de muchos, pero ninguno se inmuta. El problema es cuando estos gobernantes aprovechan el poder para restringir las libertades de los ciudadanos. Siempre dicen que es por nuestro bien, por supuesto, pero siempre actúan para hacernos daño.
Los ejemplos son numerosos, pero déjeme empezar con la ley seca. Ayer, 2 de junio, se publicó un decreto en el Diario Oficial de la Ciudad de México que señalaba que, debido a que el próximo domingo habrá votación para diputados de la Asamblea Constituyente, “se ordena la suspensión de las actividades para vender bebidas alcohólicas en todas sus graduaciones, de las 00:00 horas hasta las 24:00 horas del 5 de junio de 2016”. Prohibiciones similares se aplicarán en otras entidades del país con elecciones, pero no en todas, porque la legislación electoral federal no lo obliga. El problema es que a algunos gobernantes les gusta prohibir.
La llamada “ley seca” en tiempos electorales empezó a aplicarse en nuestro país en 1915, pero fue derogada del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales en 2005. El artículo 286 de la actual ley electoral establece que “las autoridades competentes, de acuerdo a la normatividad que exista en cada entidad federativa, podrán establecer medidas para limitar el horario de servicio de los establecimientos en los que se sirvan bebidas embriagantes”. La ley federal no prohíbe ni menciona a tiendas donde se vendan estos productos en envases cerrados.
En las elecciones de 2006 y 2009 los capitalinos tuvimos elecciones sin ley seca, porque se reconoció “la madurez de los ciudadanos”, y no ocurrió ningún incidente. Hoy, sin embargo, tenemos un gobierno cada vez más conservador, el cual no piensa que los ciudadanos tenemos la capacidad de tomar nuestras propias decisiones.
Este gobierno prohíbe los saleros en las mesas, los establecimientos de baile erótico y la circulación de vehículos privados. Nos dice en cambio que reemplazar el Distrito Federal por una Ciudad de México con una constitución propia es la máxima aspiración de los capitalinos, aunque nosotros mismos no lo sepamos. El régimen gasta decenas o cientos de millones de pesos en la creación de una Asamblea Constituyente y lleva a cabo una elección para algunos de los diputados que la constituirán (60 de 100). La verdad es que la elección no interesa a los capitalinos, como veremos el domingo, pero es excusa para prohibir la venta de bebidas alcohólicas.
La ley seca afecta de forma muy importante a cientos de establecimientos y a decenas de miles de trabajadores, pero al gobierno capitalino nunca le han importado quienes trabajan en la economía formal. Otra cosa sería si fueran ambulantes o manifestantes. La prohibición es todavía más absurda porque la medida no se aplica en el Estado de México, por lo que para cientos de miles o millones de capitalinos evadirla será tan fácil como recorrer unas cuantas calles.
Más que las consecuencias prácticas de la ley seca, sin embargo, debemos preocuparnos por lo que ésta nos revela sobre la visión que los gobernantes tienen de los ciudadanos. El mensaje es el mismo de la “veda electoral” federal. Los ciudadanos somos unos imbéciles. No tenemos la capacidad de tomar nuestras propias decisiones. O quizá somos demasiado borrachos para votar por los candidatos que el gobierno quiere.

De madrugada
Recibí ayer decenas de mensajes de personas que se quejaban de haber recibido llamadas telefónicas entre las 2 y las 3 de la madrugada, en plena veda electoral, con una grabación con la voz de Andrés Manuel López Obrador: “Me quieren callar”. Supongo que buscan que la gente no vote por Morena.

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