El antipeñismo y las encuestas
 
Hace (86) meses
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Hoy en día pareciera ser un pecado no reconocer la inexorable llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República en 2018. Opinar lo contrario, poner en duda la casi unánime voz de las encuestadoras del país que nos presentan a un Peje en ascenso, consolidado y enfilado hacia la Silla Presidencial, es casi como herejía.
Y lo pongo así, en términos religiosos porque el Mesías Tropical de seguro piensa que ya murió, pasó por los infiernos y está resurrecto para alcanzar la gloria del poder político en México.
Por desgracia para él y sus fieles, lo que parece olvidarse es que desde 2000 el prestigio y el tino de la mayoría de las grandes casas encuestadoras está en entredicho, con numerosas pifias y equivocaciones y, pese a ello, siguen queriendo imponer su percepción sin tomar en cuenta sus errores anteriores.
Son los filtros, aseguraba luego de la elección del 2012 María de la Heras, cuando seis encuestadoras nacionales daban porcentajes muy altos de ventaja a Peña Nieto sobre López Obrador y finalmente la ventaja fue de sólo 6 puntos porcentuales.
Son los filtros porque los férreos modelos demoscópicos de las grandes casas no han evolucionado y se siguen equivocando. Recuerdo que en alguna entrevista radiofónica compartiendo espacio con Roy Campos, De las Heras señalaba que en 2012 muchos afirmaban que votarían por Peña Nieto, “por moda”, por presión, por coacción. Y que las expectativas de votación de Campos y Mitofsky, de 79 por ciento por ciento, estaban fuera de la realidad. Tuvo razón.
Hoy el antipeñismo ha creado una moda, ha devenido en un antipriísmo que hace políticamente correcto, o sea pone de moda, votar contra Peña y el PRI, teniendo como el más visible de los antipeñistas a quien vive en campaña política desde hace casi doce años, AMLO.
Eso explica que hoy López Obrador sea el más aventajado, que los priístas colocados como posibles aspirantes presidenciales se vean disminuidos y que en el PAN haya un estancamiento e incluso un retroceso, pues no hay claridad sobre si Margarita Zavala, Rafael Moreno o Ricardo Anaya, será quien abandere al blanquiazul. Es decir que hoy sólo Morena tiene candidato definido, por lo que aventurar cualquier posible resultado o posible ganador es temerario y equívoco.
Afortunadamente AMLO ni está encaminado ni tiene camino despejado para Los Pinos. Si cumple su promesa reiterada de vez en vez, esperemos que su destino después de la elección de 2018 sea su amado rancho, La Chingada. Ahí sí, que gobierne cuanto quiera aunque tramposamente haya heredado en vida esa propiedad a sus vástagos.
Sigo pensando que el escenario más probable en 2018 será Miguel Osorio, Margarita Zavala, López Obrador, quizás Miguel Ángel Mancera, el Bronco, Jorge Castañeda y algún otro ocurrente sin posibilidades.
El o la ganadora comparten una M en su nombre: Miguel, Manuel o Margarita. Es temprano para lanzar la moneda, pero ya está en el aire. Pero dar por sentado, basados en encuestadoras sin resultados certeros –recordemos las elecciones estatales del 2016 donde fallaron olímpicamente—, que López Obrador será presidente, es no sólo aventurado sino temerario. Quizás una vez que se definan los prospectos de los partidos mayoritarios y se delineen las estrategias de alianza, podremos comenzar a pensar en pronosticar un resultado.

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