Sin hacer ruido, a inicios del año 2000 el entonces presidente del PAN, Luis Felipe Bravo Mena, salió de compras, con la chequera dispuesta para pagar por un aliado para la contienda presidencial. Compró al PVEM que, a cambio de generosas dádivas en votos, curules y escaños, se sumó a la candidatura de Vicente Fox. En ese entonces la operación era sencilla ya que la ley permitía la transferencia de votos entre partidos mediante convenio. Eso no se puede ahora, ya que desde 2009 la ley dispone que, aunque se coaliguen, cada partido deberá aparecer en la boleta con su emblema y obtener sus propios votos. Juntos pero no revueltos.
Después de los tropiezos del pasado junio, tanto en el Estado de México como en Coahuila, Ricardo Anaya, presidente del PAN, tomó la chequera blanquiazul y salió de compras. Hasta hoy en su carrito tiene al PRD y a MC, falta ver si logra meter otro y si al llegar a la caja la transacción se concreta.
Por lo que se sabe la transacción es de carácter casi mercantil. Nada de andar disfrazando con largos documentos y rebuscados rollos lo que está a la vista de todos. El PAN compra apoyos para su candidato presidencial, que presumiblemente será el propio Ricardo Anaya. A cambio, está dispuesto a pagar con otras candidaturas para sus potenciales aliados. Hay tela de donde cortar, ya que además de la renovación de la totalidad del Congreso y de la Presidencia de México, estarán en juego 8 gubernaturas y la Jefatura de Gobierno de la CDMX En torno a esas candidaturas se están negociando los cambalaches que harán posible la concreción del Frente Ciudadano por México (el segundo apellido está aún en duda).
Para MC el pago será la candidatura a gobernador de Jalisco y quizá las de alcaldes de los municipios de la zona metropolitana de Guadalajara; por paradójico que suene, hundir al panismo jalisciense otros seis años es parte de la factura a pagar por conseguir los votos de la izquierda en el tercer estado con mayor número de electores. Se dice que en Chiapas el PAN podría ceder a Movimiento Ciudadano la candidatura a gobernador, vista la debilidad estructural del panismo en esa zona y la ausencia de aspirantes competitivos en lo que del perredismo queda.
Para el PRD el pago mayor que ofrece Anaya es apoyarlo en la candidatura a jefe de Gobierno de la CDMX, que sueñan conservar con una especie de TUCOM (Todos Unidos Contra Morena). Para el grupo liquidador del PRD no existe objetivo mayor que conservar ese cargo y los recursos, canonjías y prebendas a él asociados. De pilón, los liquidadores del sol azteca piden las candidaturas a gobernador de Morelos y Tabasco, sabedores que hay altas probabilidades de que, con alianza o sin ella, en ambos casos ocurran alternancias en julio próximo.
El resto de las candidaturas para gobernador le corresponderían al PAN, que en la cuenta global toma 4 de 9, más lo que obtenga en alcaldías de municipios importantes y en las 16 nuevas alcaldías de la CDMX. Hasta ahora las transacciones no parecen incluir candidaturas de mayoría a senadores y diputados federales, pero todo cabe en ese jarrito sabiéndolo comprar.
En lo que Ricardo Anaya se está viendo un tanto cuanto abusivo es en la venta de bisutería que está realizando a Barrales y Delgado repartiendo cargos en el futuro gabinete del gobierno de coalición que dicen habrán de formar. Incluso, ha trascendido que le ofrecieron a Miguel Mancera hacerlo Fiscal General por los siguientes 9 años. Suena a la fábula de la lechera y su cántaro.
Para que haya gobierno de coalición parece requisito -sine qua non- que el Frente Ciudadano por México obtenga mayoría absoluta en las dos Cámaras del Congreso, lo que está en arameo antiguo. Pero aun suponiendo que así fuera, hay otra condición, aún más difícil de alcanzar: que Morena o el PRI sean sus tarugos y les den los votos para reformar la Constitución y hacer el cambio de régimen político del que balbucearon algunas ideas en el documento que Anaya, Barrales y Delgado entregaron al INE hace unos días. El cántaro se bambolea en la cabeza del lechero.
