El pez por la boca muere
 
Hace (85) meses
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Cae más pronto un hablador que un cojo. Del dicho al hecho, hay mucho trecho. El pez por la boca muere. El que mucho habla, mucho se equivoca. Es más duro resbalar por la lengua, que por el empedrado. Quien tiene boca, se equivoca. Una imprudente palabra, nuestra ruina a veces labra. El que sabe hablar, también sabe cuándo callar.

Si el presidente estadunidense Donald Trump hubiera leído hace tiempo alguno o todos de los refranes que arriba he anotado, tal vez no se hallaría en el lío en que ahora se encuentra.

Pese que el actual inquilino de la Casa Blanca ha mentido durante años, algunas veces de manera cínica y descarada, siempre se ha salido con la suya. Tanto, que pese a las mentiras que ha dicho y propalado pudo ganar la presidencia de Estados Unidos en las elecciones de noviembre pasado.

Sin embargo, los tuits que emitió la mañana del sábado 4 de marzo pasado amenazan acabar con lo poco que le queda de credibilidad ante la mayoría de los ciudadanos de su propio país y los del resto del mundo.

Ese sábado, a las 5:35 de la mañana, a través de su cuenta de Twitter @realDonaldTrump, escribió: “¡Terrible! Acabo de enterarme de que Obama tenía mis ‘alambres intervenidos’ en Trump Tower justo antes de la victoria. Nada encontrado. ¡Esto es McCarthysmo!”.

14 minutos después, a las 5:49, escribió: “¿Es legal que un presidente en funciones esté ‘interviniendo alambres’ durante una campaña presidencial antes de una elección? Rechazado antes por un tribunal. ¡UNA NUEVA BAJEZA!”

A las 5:52 nuevamente se refirió al asunto: “¡Apuesto a que un buen abogado podría armar un gran caso basado en el hecho de que el presidente Obama estaba interviniendo mis teléfonos en octubre, justo antes de la elección!”.

Finalmente, a las 6:02, concluyó sus mensajes en donde acusaba a Barack Obama de cometer un crimen, escribiendo eso: “¿Qué tan bajo ha caído el presidente Obama al intervenir mis teléfonos durante el muy sagrado proceso electoral? Esto es Nixon/Watergate. ¡Un tipo malo (o enfermo)!”.

Lo que escribió Trump en sus cuatro tuits es sumamente grave, ya que en ellos acusó a su antecesor de violar la ley al ordenar intervenir sus teléfonos, una orden que en Estados Unidos sólo puede ser dada por un juez a solicitud de una agencia investigadora que debe convencerlo de que la intervención puede ayudar a resolver un crimen grave, como es el narcotráfico, el lavado de dinero, el terrorismo o el espionaje.

Desde el principio, tanto republicanos como demócratas, los primeros con más cautela que los segundos, rechazaron la acusación de Trump alegando que ni el presidente de Estados Unidos puede ordenar una intervención telefónica o un acto de espionaje contra un ciudadano de su país, ya que, repito, sólo un juez puede hacerlo si es que se le proporciona la evidencia suficiente para que lo ordene.

Tan descabellada fue la acusación del sucesor de Obama que en días pasados varios legisladores federales republicanos opinaron que Trump debía aceptar que se equivocó y ofrecerle una disculpa al agraviado. Pese a todas las evidencias que demuestran la falsedad de sus afirmaciones, ni Trump ni sus más cercanos colaboradores, entre ellos el jefe de prensa y vocero de la Casa Blanca, Sean Spicer, parecen estar dispuestos a aceptar el error presidencial.

Ayer, al comparecer ante el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, tanto el director del FBI, James Comey, como el director de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), el almirante Michael Rogers, afirmaron bajo juramento que nadie en el FBI, el Departamento de Justicia o la NSA cometió acto alguno de espionaje contra Donald Trump durante su campaña electoral. En resumen: el presidente mintió el 4 de marzo.

El pez por la boca muere… y ni aun sabiéndolo podrá dejar de mentir el presidente gringo.

 

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