Hace muchos años que en México impera la cultura de la ilegalidad. Aquí, lo chueco deja más y quién no transa no avanza. Si no se da mordida no se consigue lo que uno desea y el pez grande se come al chico.
En nuestro país existen frases que reflejan cómo somos y como nos perciben en el extranjero, pero que nos definen como cultura y explican episodios bochornosos como los de inicio de semana, cuando se dio a conocer que un “periodista” mexicano fue el autor del robo de dos jerseys pertenecientes a un jugador de futbol americano. Empecemos con un “político pobre es un pobre político”, lo cual nos obliga a pensar que todo aquel que entra al poder debe gastar y enriquecerse. Basta mirar alrededor para demostrarlo. Usted seguro conoce a un amigo de otro amigo o al vecino que es funcionario, quienes con el sudor de su frente ahora tienen autos de lujo, casas en zonas residenciales, grandes negocios y viajan por el mundo.
Y ahí entra una segunda frase. Porque el que conoce a uno de esos piensa “no importa que robe, pero que salpique”. Otro estigma mexicano, que nos dice que el buen político es el que es nuestro amigo, el que roba, pero que nos deja robar tantito. Y valga la redundancia, otros, muy dignos, piensan que un corrupto no les debe salpicar, sino dejarlos hacer su ronchita. No recuerdan al que dice “no quiero que me den, sino que me pongan donde hay”.
Pero cuando no se puede estar tan cerca de la mano de algún generoso de esos, a otros mexicanos no les queda más que aceptar que “el que no transa no avanza”, que “con dinero baila perro”, y que cuando hace falta hay que dejar “ayudar para que lo ayuden”, “poniéndose guapos”, para “arreglarse” y no dejar que “el pez grande se coma al chico”.
Cuántas de estas frases has ocupado en tu vida, tal vez no son otros el problema, pues todos entramos en la ecuación.