José Antonio Meade y la comedia
 
Hace (80) meses
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Algunos escribidores en espacios de la información impresa han dicho que Andrés Manuel López Obrador “destapó” (antigua jerga de los años 50 del siglo pasado) a José Antonio Meade Kuribreña como futuro candidato del PRI a la Presidencia de la República. La especie es falsa porque antes del político tabasqueño estuvo el balconeo vía Twitter del presunto candidato hecho por el aprendiz de diplomático Luis Videgaray, precisamente desde donde ya se decide ese máximo puesto de la política mexicana: Estados Unidos; lugar, Miami, Florida.
En ese tuit, Videgaray hace el recuerdo sucinto y nada gratuito de 30 años de amistad con el hoy secretario de Hacienda. Si se toma en consideración que el ahora secretario de Relaciones Exteriores tiene entre sus antecedentes ser discípulo de Pedro Aspe Armella, secretario de Hacienda en la presidencia de Carlos Salinas de Gortari, y que este personaje mantiene relaciones con el considerado más fuerte emporio financiero internacional, Black Rock (probablente esta agrupación sea creatura del uno por ciento de multimillonarios favorecidos por libre mercantilismo), la hilatura a favor de Meade quedaría sellada como candidato a la Presidencia de la República. Sí, pero en ella irían al unísono PRI-PAN, bajo la doctrina neoliberal impuesta a México por el poder de facto allende el río Bravo.
Pero más allá del balconeo de Videgaray de su “amigo de hace 30 años”, está el muestreo a que ha sido sujeto Meade Kuribreña al hacerse cargo de importantes secretarías clave del gobierno mexicano (Energía, Sedesol, Hacienda) bajo la presidencia del país de priístas y panistas. Meade, como queda claro, sería un candidato apartidista como en realidad lo han sido quienes han arribado a Los Pinos en los últimos 30 años. Personajes que, pese a pintarlos de los colores priístas y panistas, sólo han mostrado un verdadero apego al depredador neoliberalismo en boga aunque ya haga crisis en sus propias cunas, Estados Unidos y Reino Unido (Wall Street y la City), en función de la mayor concentración de la riqueza y la extensión de la pobreza.
Ante tal designio exógeno, que como tal deberán cumplir quienes controlan y manejan las elecciones en México, Meade Kuribreña es el elemento más adoctrinado para mantener y aún ampliar los beneficios que a los poderes externos e internos les ha dejado el libertinaje financiero, industrial y comercial en el llamado mundo occidental.
Salvo que los poderes reales fijen su atención en otro personaje, la designación del sucesor presidencial en México ya está dada y al presidente en turno, Enrique Peña Nieto, le tocará señalarlo con su prodigioso dedo como parte de una nueva y persistente comedia que se instaló en México cuando menos en la segunda mitad de los años 60. Señalamiento sucesorio que deberá cumplirse como sea y con los instrumentos electivos legales e ilegales que sean.
El panorama anterior, desde luego que tiene mucho de especulación. Sin embargo, es una especulación con bases firmes en hechos que se han dado de manera muy franca a lo largo de casi 30 años. Sólo basta revisar la historia nacional reciente y tejerlos con las señales (verdaderos síntomas) que desde el poder se emiten en cada jornada electoral presidencial para deducir que los poderes de la Unión en México ya son controlados por otros poderes que no aparecen públicamente, pero sí se sienten de manera contundente e irremediable.

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