Las enseñanzas de Trump y Lula para México
 
Hace (72) meses
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¿Revivirá al nacionalismo mexicano la militarización de la frontera de Estados Unidos con nuestro país? ¿Se aprenderá algo del encarcelamiento del expresidente brasileño Inacio Lula da Silva por acusación de corrupción pasiva?

El despliegue de la Guardia Nacional para proteger las fronteras estadunidenses, según dijo el jefe de la Casa Blanca, Donald Trump, inició la semana pasada y está en proceso en el resto de la línea limítrofe, pero con toda seguridad aumentará la mala imagen que de Estados Unidos se tiene en nuestro país.

Esa decisión seguramente mantendrá si no es que aumentará el 65 por ciento de mexicanos que tenía una imagen negativa de Estados Unidos el pasado septiembre, cuando 94 por ciento rechazaba el muro fronterizo que se le niega al mandatario vecino, de acuerdo al estudio realizado por el Pew-Research Center.

Por supuesto, al millonario neoyorquino que despacha como jefe de Estado no le interesa la opinión de los mexicanos sino de sus conciudadanos, muchos de los cuales apoyan y aplauden ese muro.

Pero lo que no parece que esté sucediendo en México es la resurrección del en buena medida adormilado nacionalismo pese al fuerte rechazo a Trump, al muro y a la militarización fronteriza. Cuando se aprobó la reforma constitucional en materia petrolera, las protestas sociales distaron mucho de guardar correspondencia con la importancia que se suponía tenían en la conciencia nacional los veneros escriturados por el Diablo, según manida frase.

La ciudadanía no olvida el aumento a los precios del combustible, pero parece ser de menor importancia la entrada a la explotación y comercialización petrolera de la inversión privada, nacional o extranjera. Condenable o aplaudible, la tácita aprobación social a esta modalidad parece arraigarse.

Pero hay que tener cuidado, Mr. Trump. El manejo del lenguaje agresivo, duro y hasta grosero, puede recordar a muchos sectores del país ese nacionalismo del pasado reciente que no ha muerto. Por lo pronto, en el plano de la retórica Andrés Manuel López Obrador se ha beneficiado, pero ha mantenido un nivel tolerable. El resto de candidatos ha mantenido un tono similar, aunque un manejo sobrio de ese viejo nacionalismo podría beneficiar a José Antonio Meade, si se atreve o sabe hacerlo, lo que hasta ahora no ha sucedido, ¿aprovechará esta carta o dejará que solo la juegue López Obrador?

Y nuevo se ve la soledad de la política exterior mexicana, pues en última instancia esa militarización se da frente a México, pero los principales lastimados son los centroamericanos, que no parecen encontrar en nuestro país, ni individualmente ni como naciones, el liderazgo del viejo “hermano mayor”.

El caso Lula, ingresado a prisión apenas este sábado por un cargo de corrupción pasiva, es una tragedia para la izquierda brasileña, para todo Brasil y para América Latina en general.

El adulto, que limpiaba zapatos a los siete años de edad, demostró que en un país políticamente sensible por la presencia de ánimos sociales que lo llevaron a una dictadura militar el siglo pasado que todavía se recuerda, era posible que un exlíder obrero llegara la presidencia y echara a andar un proyecto que no amenazó a las clases adineradas pero sí benefició a muchos pobres, de los cuales, 20 millones salieron de su condición de pobreza gracias a la gestión de Lula.

Sin embargo, un cáncer tan grave como el de la pobreza y que como este se ensaña de América Latina, el de la corrupción, atrapó a Lula, pero a diferencia del que el exmandatario sufrió en la laringe, no ha habido quimioterapia que se lo erradicara y hoy encuentra en la cárcel.

Es cierto que el cargo de corrupción pasiva que se le achaca pudiera ser considerada muy menor. Es cierto también que viejos aliados políticos se volvieron en su contra para impedir que les ganara de nuevo el poder, y activaron la maquinaria judicial, pero todo hace suponer que la corrupción existió en muchos colaboradores de Lula, y enredados por la constructora Odebrechet, formaron una madeja que lo acabó atrapando.

Las lecciones son claras: se puede formular y aplicar un proyecto que beneficie a los más sin caer en los fantasmas del radicalismo, pero no se puede luchar contra la corrupción quijotescamente, sólo con el ejemplo, y menos llevando a cargos de poder a débiles ante la corrupción.

Jorge Esqueda

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