Pareciera que el gobierno de EPN está empeñado en su autodestrucción, lo que no significa el sacrificio del país, porque la república es más grande ética y cívicamente que sus gobernantes.
Esa peregrina idea que intentaron inculcarnos acerca de que lo que le sucediera al presidente constitucional de los mexicanos le ocurriría a la patria, ya no opera. Él va por un carril a confrontarse con su destino en 2018, mientras México continuará reconstruyéndose después de tanto daño causado. El problema está en ellos mismos, en esos gobernantes incapaces de entender que están a la cabeza de un profundo cambio; por inexpertos no aprenden a liderarlo, o simplemente les da miedo estar a la cabeza de la transformación del país del cual ellos decidieron hacerse responsables.
La discusión política y periodística y ética y moral sobre la confrontación entre el informe del GIEI y la verdad histórica defendida a capa y espada por el gobierno, está errada porque parte de las premisas equivocadas.
Al principio decidieron dar una respuesta de justicia penal a un problema profunda y esencialmente político, pues lo ocurrido a los 43 fue una ejecución, nunca debió tratarse bajo la certeza de que llegaron al lugar equivocado en el momento equivocado. Alguien tomó una decisión, la instruyó y, no le demos vueltas, siempre estuvo al tanto de las previsibles consecuencias.
Cuando asumieron la responsabilidad de encarar el problema político como tal, fue tarde, demasiado tarde. Carecieron de la capacidad e imaginación necesaria para reconstruir la narrativa del caso, y de la autoridad moral suficiente para decidir e instrumentar sanciones penales y políticas, y poner en el tablero de los sacrificios a las personas cuyo cese, juicio y encarcelamiento hubieran justificado el ejercicio de un mandato constitucional hasta ahora incumplido.
Hicieron mal los cálculos de índole político, porque antepusieron el salvamento de Esfinge por encima de la imagen, el destino y el prestigio de la república, puesto que el concepto de patria, en esta época de globalización e integración al Comando Norte, es obsoleto.
La denostación -porque no hubo una descalificación razonada, con argumentos creíbles, con pruebas asequibles a todos- a los integrantes del GIEI sólo muestra la reducida capacidad de respuesta del gobierno, cuyos miembros carecen de la idea de dimensión histórica, pues el verdadero resultado de lo ocurrido y dado ya como saldo, sólo será sancionado por la historia dentro de algunas décadas, cuando las complicidades anudadas para la preservación de un sistema político decadente hayan desaparecido, cedido espacios a la reforma del Estado, y propiciado que Esfinge se transforme en ceniza. (www.almomento.mx)