La lluvia logra capturar los sentidos de muchas personas, incluido el olfato. Este fenómeno, especialmente notorio tras períodos de sequía, libera olores distintivos de tierra mojada y humedad, para dar una experiencia única conocida científicamente como petricor.

Pero, ¿qué es el petricor? Este término fue acuñado en 1965 por los geólogos australianos R.G. Thomas e Isabel Joy Bear en la revista Nature, para referirse al olor específico que se produce cuando la lluvia cae sobre suelos secos. El petricor no actúa solo; se combina con la geosmina, una molécula generada por la bacteria Streptomyces coelicolor, así como otras cianobacterias presentes en el piso.

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El proceso con el que se origina es fascinante: el petricor, un aceite secretado por algunas plantas, se acumula en las piedras y suelos hasta que la lluvia lo libera.

Este fenómeno fue visualizado en 2015 por científicos del MIT, quienes utilizaron cámaras de alta velocidad para captar cómo las gotas de lluvia crean burbujas que transportan el petricor y la geosmina desde el suelo a la atmósfera.

¿Por qué nos gusta el petricor y olor a lluvia?

Más allá de la ciencia, este aroma tiene un impacto profundo y placentero en los humanos. Esto se debe a que el olfato está intrínsecamente conectado con la amígdala y el sistema límbico, áreas del cerebro responsables de las emociones.

Los olores pueden activar recuerdos y sentimientos casi instantáneamente. Desde una perspectiva evolutiva, nuestros antepasados asociaron este olor con la llegada de la lluvia, esencial para la agricultura y la supervivencia, lo cual explicaría el placer que muchas personas sienten al percibirlo.

El petricor también tiene una importancia ecológica significativa, influenciando el comportamiento de varias especies animales, como los peces, para quienes este olor señala el cambio de estaciones y el inicio de periodos propicios para la reproducción.