Los amores de Chanel
 
Hace (97) meses
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Por Fernando Toledo

 

No vamos a hablar de los romances de la legendaria diseñadora Coco Chanel -entre los cuales hubo príncipes y duques- sino de aquellos elementos que, retomados e intervenidos por ella, se convirtieron en clásicos del fashion contemporáneo.

Y es que además, esta casa francesa es famosa por ajustarse a cada época, y con Karl Lagerfeld a la cabeza, lo ha hecho de manera brillante por más de 30 años.

A continuación, y por la inauguración de la nueva tienda de esta firma en El Palacio de Hierro en Polanco, examinamos algunos de los íconos más valiosos de esta reconocida marca.

 

Los números

Fanática de la numerología, Chanel bautizó su primer perfume como el Número 5, para representar así el centro, la armonía y el equilibro.

Además, éste simboliza el poder, los dedos de la mano y las funciones intelectuales, condensadas en un aroma que se ha vuelto icónico y que, a la fecha, se ubica entre los más exitosos del planeta.

 

La camelia

Gabrielle Chanel sentía especial cariño por esta flor, pues le encantaba su simetría. Tanto así, que no tardó en convertirla en broche y adornar con ella sus famosas chaquetas de tweed.

De hecho, durante los desfiles tampoco dudaba en hacerle un guiño especial, al colocarla en el cabello o en las muñecas de sus modelos.

Hoy, Karl las presenta bordadas en las prendas o en hermosos broches, además de que embellece con ellas zapatos, bolsos y todo tipo de complementos.

 

Las perlas

Llevar un collar largo con estas sofisticadas esferas fue una de las grandes aportaciones de Coco, quien elevó la bisutería frente a la joyería como elemento liberador.

La modista creó su primera colección de joyas en 1920, integró las perlas y esgrimió la premisa de: “la joyería no se hace para darle a las mujeres un aura de riqueza, sino para hacerlas más hermosas”.

Por eso, ella siempre será recordada luciendo un collar de varias vueltas al cuello, mientras que Lagerfeld las moderniza al utilizarlas tanto en prendas como en accesorios.

 

El saco de tweed

Esta prenda nació en 1916, año en el que Gabrielle elaboró el conjunto de chaqueta y falda con el cual se vestía regularmente.

Impulsora de sus propias creaciones, en aquellos tiempos confeccionaba el traje con punto de lana, textil reservado para la ropa interior.

En los años 20 su diseño ya era codiciado por las damas de la burguesía francesa, y a mediados de los 30 incorporó el tweed como tejido básico.

Hoy, este saquito es un ‘must’ de todas las colecciones de esta casa, por sus detalles que lo vuelven único: de corte cuadrado y elaborado en tejido de lana de textura irregular, tiene dos bolsillos superiores y dos inferiores, una construcción que se adapta al cuerpo e interior forrado en seda.

 

Los zapatos bicolor

“Son la elegancia”, dijo de ellos Mademoiselle Chanel en una ocasión. Así de rotundo.

Con el tiempo han ido mutando, pero siempre manteniendo sus señas de identidad, desde el color beige con la puna negra, hasta el tacón cuadrado de 5 centímetros de altura.

“Es el zapato más moderno del mundo y hace las piernas más bonitas”, declaró Karl Lagerfeld, quien los ha presentado en sus desfiles con tacón o a manera de flats, además de hacerlos favoritos de las estrellas de cine.

 

El ‘little black dress’

Pocas piezas son tan atemporales como este vestidito negro, holgado y corto, sencillo como pocos.

Prenda emblemática de la evolución de la moda a lo largo de los siglos 20 y 21, pasó de ser símbolo del ‘jet-set’ a convertirse en un imprescindible de todos los armarios femeninos, sin importar la clase o condición.

Eternamente apropiado, favorecedor y versátil, encarna valores tan diversos como independencia, resistencia, glamour y respeto, y, por supuesto, sigue vigente en las pasarelas de Chanel.

 

Y la nueva boutique

Inspirado por el departamento de Coco en la Rue Cambon, este espacio de casi 400 metros cuadrados fue diseñado por el famoso arquitecto Peter Marino, quien buscó ofrecer un ambiente de alto lujo donde se exhiben prendas ‘ready-to-wear’, accesorios y relojes.

Opulentos contrastes se dan entre el brillo de las superficies, la textura de las paredes y las alfombras hechas a mano, mientras sofás en tweed, mesas de piel y lámparas de acero y bronce complementan la atmósfera.

Además, los vestidores están adornados con obras de arte de Dean Levin, Stephen Ellis y una fotografía abstracta de Louis Heilbronn.

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