Estamos en pleno proceso electoral. Se va a elegir a quien encabeza la presidencia de la república, entre dos mujeres y un hombre. Además, se elegirán a gobernadores, senadores de la república, diputados federales, locales y ayuntamientos.
La contienda, desde la sociedad y desde la presidencia, se ha enfocado en la presidencia de la república, denostando a una de las candidatas. Se asegura que ya se ganó, que hay continuidad, que los conservadores y los corruptos ya perdieron.
Golpetear a la candidata opositora es, desde las afirmaciones, innecesaria. Sin embargo, los embates no cesan. El argumento es claro, hay que demostrar que son corruptos. Cómo dice el presidente, sin pruebas, pero hay que denostar, descalificar, tiznar y provocar odio contra ellos.
El presidente no odia, enseña a odiar. El presidente no descalifica, enseña a descalificar.
Sabe que dividir es la mejor arma para ganar.
Sí, ya sé, los que dice que saben más, dirán que el presidente no odia, no persigue, no es vengativo. Que solo tiene valor para mostrar a los corruptos. Sí, claro
Sí, ya sé, los que dice que saben más, dirán que el presidente no odia, no persigue, no es vengativo. Que solo tiene valor para mostrar a los corruptos. Sí, claro.
Pero hay una parte del discurso presidencial que no está siendo visto. El plan C, el único plan que le da sentido a la transformación de la vida pública. El Plan C, que la propia candidata del oficialismo asegura, es el mejor plan para el país.
Pero, en ese plan no aparece la presidencia de la República. Se habla de mayoría en el Congreso de la Unión, en los congresos locales. La importancia que reviste este plan y, entonces, la presidencia ¿dónde queda?
El presidente lo ha afirmado en torno al Plan C: “Espero que se tenga mayoría calificada, dos terceras partes del nuevo Congreso”.
Y lo dice fuerte y claro “para que antes de que me retire pueda yo dejar esta reforma constitucional que es importantísima, porque es un blindaje para que no vaya a suceder lo que se padeció, de que la seguridad pública estaba en manos de la delincuencia”.
Por eso, ¿y la confianza en su candidata que ya ganó? ¿Qué va a la elección por mero trámite? Su mensaje es claro, una vez que yo me vaya, la delincuencia volverá por sus fueros y no quiero que eso pasé. Vaya, ¿en verdad quiere ganar la presidencia?
Ah, sí, ya ganó, se escucha la exclamación lejana de
los seguidores.
Por otro lado, el presidente afirma “septiembre, antes de que yo termine, voy a enviar cuando menos tres reformas, hasta ahora, pero vienen tres reformas”.
Septiembre, después del proceso electoral, después del arribo de los nuevos diputados, de la nueva mayoría que asegura, conseguirá, ahí, antes de entregar la banda presidencia, mandará un conjunto de reformas, para que se aprueben en su mandato, no el de quien gane la presidencia de la República.
Como sin algo le dijera, cuidado, vas a perder.
Y las detalla: “La del Poder Judicial, para que el pueblo elija a los ministros, como lo establecía la constitución liberal de 1857, en la época del presidente (Benito) Juárez, que los ministros los elegía el pueblo”.
Es extraña la manera de hacer política del presidente de México, pero una realidad es que la presidencia de la República no aparece por ningún lado.
Lo que sí es que ha generado una fractura ficticia entre la alianza para tratar de ganar diputaciones y senadurías y después integrarlas en la mayoría cualificada que tanto reclama.
En ese extraño juego ha entrado Movimiento ciudadano con sus candidatos.
El Plan C, del que todo mundo habla y apoya, es una estrategia que solo el presidente define, modifica y altera según el momento y las circunstancias.
Botón: En el debate de candidatos del distrito federal electoral III, la fractura entre la alianza es muy notoria, pero en verdad ¿existe tal?