Javier Mascherano está a las puertas de su cuarto Mundial. Con 34 años recién cumplidos. En una etapa caótica de la Albiceleste, plagada de malos resultados, dolorosas derrotas en finales y cambios de entrenador, el Jefecito se erigió en el líder de Argentina y en la voz más autorizada de un equipo que aspira a coronarse en Rusia.
Una escuadra que cuenta con un talento único como Lionel Messi, mira al unísono a Mascherano en busca de indicaciones. Él sitúa, coloca y ordena a sus compañeros con el liderazgo que sólo permiten la edad, los títulos y una personalidad aplastante.
Cuando todos miraban al suelo en la derrota en la final ante Alemania en Brasil-2014, o en las Copas América de 2015 y 2016 ante Chile, el ex del Barcelona, hoy en las filas del Hebei China Fortune, levantaba los ánimos y los espíritus.
Con la serenidad de la gloria pasada y de la confianza futura. Con los espejos de Diego Simeone y Diego Maradona.
“Ganar es una felicidad, pero también hay que aceptar que no siempre se gana. Lo normal es perder, ganar es una circunstancia”, afirmó en el pasado el que cuenta en su palmarés con dos Ligas de Campeones, dos oros olímpicos, cinco Ligas de España y cuatro Copas del Rey.
“En la derrota se aprende más que del éxito. El éxito tiende a deformar las cosas”.
Masche, que se formó como jugador en River, creció a las órdenes del español Rafa Benítez en el Liverpool y tocó la cima con Pep Guardiola en el Barcelona, dirá adiós después del Mundial a la selección argentina, el gran amor de su carrera deportiva.
Una que le ha llevado a saborear las mieles del éxito en sus clubes y a vivir las más profundas tristezas con la casaca albiceleste. Ahora, con 34 años, tendrá la oportunidad de redimirse, de poner a su amigo Messi a la altura de Maradona. Y de hacerlo como el 5 titular.
Pedro Reparaz | AFP