El Papa recibió hoy en audiencia privada al líder de la comunidad anglicana mundial, el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, luego que ambos firmaron la víspera una declaración que busca el relanzamiento del diálogo entre esas dos iglesias cristianas.

El cara a cara entre los dos tuvo lugar en la biblioteca personal del pontífice, ubicada en el Palacio Apostólico del Vaticano, y comenzó con un chiste que Welby le contó a Francisco, quien lo recibió con una sonora risa.

“¿Sabe qué diferencia existe entre los liturgistas y los terroristas?”, preguntó el arzobispo anglicano. Ante la sorpresa del líder católico, rápidamente respondió : “¡Con los terroristas se puede negociar!”. Jorge Mario Bergoglio no necesitó traductor para comprender la broma.

Al final del encuentro, el Papa pronunció un breve discurso en el cual señaló tres palabras como parte del “camino común” entre anglicanos y católicos: “oración, testimonio y misión”. Además precisó que el diálogo bilateral no representa un empobrecimiento, sino una riqueza.

“Es este el tiempo en el cual el señor nos llama, en modo particular, a salir de nosotros mismos y de nuestros ambientes para llevar su amor misericordioso a un mundo sediento de paz”, apuntó antes de pedir a Welby y a otros obispos anglicanos rezar en voz alta la oración del Padre Nuestro.

El encuentro entre los dos se dio en el marco de la conmemoración del 50 aniversario del encuentro (en 1966) entre el Papa Pablo VI y el arzobispo de Canterbury, Michael Ramsey; la primera reunión desde el cisma provocado por el rey Enrique VIII.

En la declaración conjunta firmada la tarde del miércoles, Francisco y Wlby reconocieron que no ven todavía “soluciones a los obstáculos” que mantienen divididas a ambas iglesias, pero advirtieron que no están desanimados.

Agregaron que las divergencias no deben afectar su acción en conjunto para “proteger la casa común”, actuando coordinadamente para poner fin a la destrucción ambiental, “que ofende al Creador y degrada a sus criaturas”.

“Podemos, y debemos, estar unidos en la causa común de apoyar y defender la dignidad de todos los hombres. La persona humana es rebajada por el pecado personal y social”, indicaron en el documento.

“En una cultura de la indiferencia, muros de enajenación nos aíslan de los demás, de sus luchas y de sus sufrimientos, que también muchos de nuestros hermanos y hermanas en Cristo hoy soportan”, agregaron.