Capítulos de la historia urbana de Pachuca (primera de tres partes): La traza urbana
 
Hace (69) meses
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El particular enclave de la ciudad de Pachuca, tendida en la oquedad que forman los cerros de San Cristóbal, la Magdalena, Santa Apolonia y el de las Coronas, es determinante para entender su irregular traza, que comprende estrechas y tortuosas calles y callejones, que se encaraman en la montaña, torciendo y retorciendo, para hacer menos pesada la empinada ascensión y más cálidos los recintos.
Por otro lado, como otras poblaciones mineras, el crecimiento urbano de Pachuca se condicionó, en gran medida, por los súbitos movimientos de población, originados por los vaivenes del trabajo extractivo, que en las etapas de bonanza atraía fuertes migraciones, operadas regularmente en periodos cortos, durante los que, la planeación y reglamentación del crecimiento urbano era rebasada por la gran avalancha de pobladores “advenedizos”, lo que propició importantes expansiones del perímetro citadino “sin ningún orden ni concierto”, pues los recién llegados construyeron sus viviendas en lugares cercanos al centro de trabajo, sin respetar norma alguna, de manera que las nuevas edificaciones se aglomeraron en manzanas irregulares, donde se reducía al mínimo el cauce de calles y callejones.
Estas reflexiones explican el curioso aspecto que hoy presentan varios Reales de Minas, como Guanajuato, Taxco y, desde luego, Pachuca. Se entiende el abigarrado aspecto urbano, integrado por estrechos y quebrados callejones, algunos donde difícilmente puede circular una persona, ello, amén de la ensortijada maraña de calles, trazadas para desorientar y confundir a propios y extraños.
Cuatro bonanzas determinan el desarrollo urbano de Pachuca; la primera, a mediados del siglo XVI, cuando la vocación económica de la población pasó de la agricultura a la minería, al descubrirse las primeras vetas argentíferas en 1552 –o antes–, hecho que ocurrió a dos leguas del asiento primigenio del pueblo de indios de Pachuca –llamado Magdalena Pachuca, hoy Pachuquilla– que ocasionó el poblamiento del valle inmediato, denominado Tlahuelilpan, donde pronto se multiplicaron los denuncios mineros. Fue en este último sitio donde se inició la aplicación de las primeras normas que le dieron orden y disposición de pueblo (al estilo de los villorrios españoles).
Al igual que en la península, las ordenanzas sobre poblamiento de las ciudades americanas dispusieron que: “…una vez elegida la tierra y provincia… declare el gobernador si esta ha de ser ciudad, villa o lugar… edifíquese en ella una Plaza Mayor (…) en lugares de la costa hágase junto al embarcadero y en los otros, en medio de la población (…) que su forma sea rectangular; su extensión proporcionada al número de vecinos (…) en lugares fríos, sean las calles angostas y en los calientes anchas y sean anchas también donde hubiese caballos”.


Otras disposiciones establecían que la plaza mayor o real “había de ser un cuadro con lo menos una vez y medio de largo, por lo que tuviere de ancho, porque de esta manera es mejor para las fiestas de a caballo (…) de (ella) habían de salir una calle por cada costado y dos calles por cada esquina; alrededor de la plaza se edificaran portales, se separará en ella solar para la iglesia; sí en la costa deberá edificarse en tal forma que saliendo del mar se vea su fábrica (…) también se separará solar para Casa (Oficio) Real cerca del templo, de manera que puedan defenderse unos y otros; el hospital para enfermos no contagiosos se habrá de poner frente al templo (…) a partir de la plaza deberá trazarse la población a cordón y regla”.
La traza rectilínea y ajedrezada a que se refieren las ordenanzas no operaba en el caso de los Reales de Minas, en razón de la topografía de su asiento; sin embargo, deberían respetarse las disposiciones relativas a su plaza real o mayor, en el caso del Real del Tlahuelilpan –hoy Pachuca– este sitio es el que hoy se conoce como Plaza de la Constitución, nombrada así desde 1820, en recuerdo de la Constitución de Cádiz, sitio donde se conserva aún el templo de la Asunción, el Portal de Mercaderes –en cuya planta alta se encontraba el Oficio Público, sede de las autoridades virreinales– y a unos cuantos metros el Edificio de la Caja Real, hoy conocido como Las Cajas.
De la plaza mayor partieron las primeras calles; de la traza urbana citadina que en principio se extendió apenas por las orillas del río Pachuca –hoy de las Avenidas–; así comenzó a poblarse este antiguo real.
La segunda bonanza que influyó de manera determinantemente en el crecimiento urbano de Pachuca se operó tres siglos después, en 1851, al encontrarse el rico filón de la veta de El Rosario, hallazgo que desató una gran cadena de nuevos descubrimientos, que propiciaron el más significativo crecimiento de la traza citadina y, consecuentemente, de su población, condición que, en 1869, influyó en su designación como capital del entonces naciente estado Hidalgo.
A estas bonanzas se agregan dos más, de menor magnitud, aunque también coadyuvantes de la conformación urbana de Pachuca, una durante la segunda mitad del siglo XVII y, la otra, a mediados de la siguiente centuria.
En las siguientes entregas habremos de descubrir la evolución de la irregular traza pachuqueña.
Ilustra este artículo el plano más antiguo que se conoce de la ciudad Pachuca, levantado en 1573, que obra en el Archivo General de la Nación.

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