La cuarta elección presidencial en América Latina este año concluyó la víspera y dejó el paso para los procesos más grandes y que atraerán la atención, los comicios en México y en Brasil.
Antes, en abril, en segunda vuelta, Costa Rica había optado por la continuidad al elegir a Carlos Alvarado de Acción Ciudadana con 60 por ciento de los sufragios. El mismo mes pero en Paraguay la continuidad logró otro triunfo, ahora en la persona de Mario Abdo Benítez, del Partido Colorado, con poco menos de tres puntos de diferencia respecto a su rival Efraín Alegre, aunque previamente el ahora ganador mostraba una ventaja de 20 puntos porcentuales.
Apenas en mayo pasado Nicolás Maduro logró su reelección con alrededor del 67 por ciento de sufragios pero abstención de casi 55 por ciento, y en medio del rechazo internacional por la serie de acciones previas a los comicios que sacaron del proceso a la oposición y dejaron en la contienda a candidatos de baja credibilidad. A un mes de la jornada electoral el apocalipsis no ha ocurrido en esa nación, lo que debe de llamar a conocer mejor las peculiaridades políticas de cada país y no tratar de ver todo con un mismo modelo.
A lo largo del primer trimestre del año también cambió el titular del Ejecutivo, en Cuba en un proceso diferente al que sigue el resto de la región. En un mecanismo electoral de abajo hacia arriba Raúl Castro dejó el cargo –pero no otros que son centrales en el Estado cubano- y asumió Miguel Díaz-Canel. La expectación está en lo que pasará con la apertura cubana, más que por el cambio político interno, por la llegada del mandatario estadunidense Donald Trump, quien paró en seco el acercamiento que inició su antecesor Barack Obama y que había jugado como palanca para la movilización interna.
Este domingo 17 tocó el turno a Colombia, y tal como anunciaban los sondeos previos, alcanzó el cargo Iván Duque, con 54 por ciento de los sufragios con participación de alrededor de 40 por ciento. La sorpresa no fue esta, pues básicamente quedaron cumplidas las tendencias prelectorales, sino que llegara a la segunda vuelta el candidato considerado de izquierda Gustavo Petro, el primero de esa tendencia que llega tan lejos en busca de la presidencia colombiana. Colombia es considerada una nación conservadora y por eso ha sido una sorpresa la llegada de un abanderado de la izquierda, cuyas tendencias radicales optaron por más de cinco décadas por la lucha armada que se enconó tanto que generó el surgimiento de rivales armados, creando un nefasto escenario social en suelo colombiano.
La principal guerrilla colombiana fracasó en su objetivo de cambiar el gobierno, y hacia los años finales de su lucha, su aislamiento social lo llevó a la toma de rehenes y apropiaciones de haciendas para financiarse. Sin embargo, lo que ha sido más cuestionado fue su incursión en el narcotráfico, sin que sea claro hasta qué punto fue necesario para financiarse y hasta dónde se trató del proceso de descomposición de un movimiento que, en los hechos, generó violencia pero sin cambios.
Las FARC aceptaron que su camino al poder era inviable y firmaron acuerdos de paz con el gobierno colombiano que, en el primer intento para que fueran validados por la sociedad, fueron rechazados. Tras el segundo intento el referéndum aprobatorio pasó pero ahora la vía electoral para las FARC ha sido un fracaso, pues carecieron de candidato presidencial, sin aceptación en sus campañas y, de acuerdo a la prensa colombiana, sin que sean perdonados por la sociedad colombiana por sus acciones de violencia guerrillera, que continuaron realizando a pesar de que no les mostraba avances para lograr su objetivo de cambiar las estructuras políticas y sociales.