La universidad hidalguense, hija del Milagro Mexicano –cuarta y última parte–
 
Hace (61) meses
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El último capítulo de la sesquicentenaria historia de nuestra máxima casa de estudios se escribe a partir del 3 de marzo de 1961, cuando se cumplía el 92 aniversario de la creación del Instituto Literario y Escuela de Artes y Oficios, fecha en la que nació la actual Universidad Autónoma de Hidalgo, institución de una por demás fructífera historia.

En efecto, tras haberse concedido en 1948 la autonomía al antiguo Instituto Científico y Literario –desde entonces autónomo, reconocido por la sigla ICLA–, comenzaron A crearse nuevas alternativas de estudio, Medicina desde 1944. Derecho a partir de 1952 y Trabajo Social en 1958, sumadas a la Enfermería, que se impartía desde finales de los 30 del siglo XX.

Nació la universidad hidalguense durante la plenitud del llamado Desarrollo Estabilizador, instrumentado en la década de los años 50 del siglo pasado, periodo catalogado por la mayoría de los historiadores como el gran parteaguas de la historia Mexicana del siglo 20, al que comparan con las Reformas Borbónicas aplicadas en la Nueva España durante la segunda mitad del siglo XVIII, que desembocaron primero en los intentos autonomistas y después en la independencia no solo de esta sino de todas las posesiones continentales de América pertenecientes a España.

El desarrollo estabilizador se fincó a lo largo de dos décadas, en una estrategia económica que sustituyó las importaciones e impuso austeridad en las finanzas públicas, lo que permitió alcanzar altos índices de crecimiento en el producto interno bruto, de donde se derivó, primeramente, la estabilidad cambiaria del peso en relación con el dólar –12.50 por cerca de 20 años– y en seguida la aplicación de ambiciosos programas carreteros, de construcción de escuelas, hospitales, la edificación de los primeros fraccionamientos, colonias de interés social, etc. A esto se debió que se catalogara a esta etapa como el “Milagro Mexicano”.

En Hidalgo, el desarrollo estabilizador y su política de sustitución de importaciones se hizo presente a partir de 1952, con el establecimiento del complejo industrial de Ciudad Sahagún, en el que se instalaron las fábricas “carros ferrocarril” que gracias a su producción, canceló las compras de vagones y máquinas, a empresas Norteamericanas y canadienses; Diesel Nacional DINA, que fabricó todos los motores alimentados con este energético y finalmente se inauguró también la empresa Toyoda, productora de maquinaria textil, que en 1958 se transformó en Siderúrgica Nacional SIDENA, con lo que México logró autosuficiencia en el rubro metal-mecánico.

Es también la época en que Pachuca se transforma al demoler y desmantelar en 1954 los antiguos patios de la Estación del Ferrocarril Hidalgo, en los que se trazaron nuevas vialidades y se erigieron emblemáticos monumentos a los héroes de la Independencia, la Revolución, así como al presidente Juárez y los niños héroes, finalmente se rehabilitaron los espacios del antiguo Hospital Civil, establecido hasta 1940 en uno de los claustros del ex-convento de San Francisco.

Pero la más importante señal del progreso suscitado por el desarrollo estabilizador, se operó en materia de educación superior, ya que tras la reapertura de la Universidad Nacional en 1910, en cuatro las décadas siguientes surgieron apenas media decena de universidades en provincia, impotentes para responder a la oferta que partir de 1950 –en pleno desarrollo estabilizador– se multiplicaba debido a las necesidades de crecimiento del país.

La respuesta entonces fue la creación de las universidades de Morelos (1953); Oaxaca y Chihuahua (1954); Campeche (1955), Estado de México y Tamaulipas (1956); Baja California y Durango (1957); Tabasco (1958), Colima y Guerrero (1960), a las que siguió la Hidalgo, cuya creación fue gestionada por el Lic. Rubén Licona Ruiz, presidente de la Junta de Gobierno del ICLA, al aprovechar la buena salud de la economía mexicana y la reconocida fama académica del Instituto, ello aunado al apoyo del general y licenciado Alfonso Corona del Rosal a la sazón Presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, ambos personajes hidalguenses, lograron convencer al Presidente Adolfo López Mateos y meses después el 3 de marzo de 1961, abría sus puertas la Universidad Autónoma de Hidalgo.

Inició entonces una nueva historia, caracterizada por el constante crecimiento de esa casa de estudios que permaneció en el edificio de Abasolo hasta 1975, año a partir del cual las distintas escuelas e institutos que la integraban entonces, se mudaron a la Unidad Universitaria –hoy Ciudad Universitaria– A partir de 1981, la universidad reforzó su vida autónoma y en unos cuantos años inició su expansión en el terreno de la docencia, con la apertura de nuevas alternativas de estudio diseminadas por toda la geografía hidalguense; a la par, se impulsaron actividades de investigación y extensión de la cultura, en la primeras la universidad domina hoy el panorama hidalguense a través de diversos proyectos desarrollados por investigadores de niveles 1, 2 y 3 del Sistema Nacional de Investigadores, y en el segundo, se ha constituido como la entidad de mayor producción cultural del estado de Hidalgo.

El día de ayer se cumplieron 150 años de la apertura de su más remoto antecedente, el Instituto Literario y Escuela de Artes y Oficios del Estado, siglo y medio en el que la institución ha sabido labrarse su camino hasta convertirse hoy en una de las mejores universidades del país, que aspira a figurar entre las más prestigiadas del mundo. ¡En horabuena, Universidad, eres y has sido, como dijera su primer rector, dueña y señora de tu propio destino!

La fotografía que ilustra este artículo es una toma nocturna lograda el 3 de marzo de 1987.

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