Milagros secretos
 
Hace (64) meses
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Juan Villoro
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La Feria Internacional del Libro de Guadalajara es rica en paradojas. En un país con pocos lectores congrega a multitudes. Los participantes conciben la ilusión de estar, al fin, en contacto con quienes aguardan sus palabras. Los actos duran lo mismo que una sesión psicoanalítica; gracias al favor del público, los ponentes reciben una terapia que restaura la autoestima. Luego alguien recuerda que Jalisco es la fuente primigenia del tequila y que ningún espíritu supera al que viene embotellado. Conocedores de los usos de la FIL, los restaurantes ofrecen una promoción: dos tequilas al precio de uno y agua mineral de regalo. ¿Es posible rechazar la sugerencia de hidratarse? Con tal de conseguir gratis el “agua de agujeros” que tanto le gustaba a Gómez de la Serna, duplicamos la ingesta de tequila.

En las tertulias, un autor presume que le tomaron 523 selfies y otro que participará en veintiún presentaciones. Forma exagerada de la vida, la FIL acelera romances y conversaciones colectivas donde el sujeto de la oración se le dice a una persona y el complemento a otra. No faltan estímulos intelectuales en los salones donde las palabras zumban como en una colmena hipernerviosa.

Este año, la feria contó con la inteligencia de Judith Butler, Ida Vitale y Orhan Pamuk, entre otras figuras de primer orden. Escuché a Antonio Ortuño completar las instrucciones para vivir en México de Jorge Ibargüengoitia y a Fernando Rivera Calderón ejercer la crítica literaria cantada.

Los ruidosos portentos desembocan en una experiencia común: el agotamiento. En el aeropuerto de Guadalajara, quienes llegan a renovar la programación tienen el rostro de la dicha inminente, y los que se van, el del resignado regreso a la realidad.

Aunque todo esto ocurre en nombre de las letras, las grandes noticias de la feria no tienen que ver con libros. Hasta la fecha, ningún autor ha decidido su suerte en ese recinto. Muy distinta es la situación de los políticos. Ahí nada es tan notorio como el traspié de una figura pública. Peña Nieto será recordado por no haber podido mencionar tres títulos y no hay modo de que el más hermoso de los versos ocupe en los medios el espacio que ocupó la equivocada frase de Paco Ignacio Taibo II.

La percepción circense de la cultura opaca lo que debería ser noticia. Entre otras cosas, la FIL 2018 merece ser recordada por el surgimiento de dos editoriales cuyo catálogo consta de un solo título. El novelista Mauricio Montiel Figueiras se lanzó al turbulento mar de la edición con Los Libros de Caronte, que, fiel a su nombre, publica escritores muertos, pero lo hace con tal cuidado que dan ganas de ser autor póstumo. Con acierto, Montiel Figueiras comenzó esta andadura con La ventana hundida, de Jesús Gardea, creador de densas atmósferas cercanas a Onetti y Rulfo. Poeta del sol inclemente, Gardea regresa acompañado de un prólogo de otro gran retratista de los desiertos mexicanos, Eduardo Antonio Parra.

Con una cubierta en tela color obispo, libre de letras, que le da el ambiguo aspecto de misal o cuaderno íntimo, Minerva Editorial debuta con el diario de viaje de Montaigne por Italia y Alemania, en estupenda traducción de Camilo Rodríguez y Álvaro Ruiz Rodilla, con la tipografía creada por Enrico Martínez, que llegó a Nueva España con el nombre de Heinrich Martin, fue cosmógrafo virreinal y autor del Tajo de Nochistongo, que pretendía salvar a la ciudad de inundaciones. Durante décadas, Gonzalo García Barcha trabajó en la adaptación moderna de los tipos de Enrico Martínez. En los años noventa, cuando yo dirigía La Jornada Semanal, le propuse que aplicara esa tipografía en nuestras páginas, pero apenas iba por la letra “D”. Fue en la revista Letras Libres y ahora en Minerva donde este legado novohispano encontró impecable acomodo.

El responsable de la edición es Santiago Hernández Zarauz, que antes de los treinta años ya ha tenido varias vidas ejemplares. Como futbolista fue pretendido por el Getafe que entrenaba Míchel, estudió Relaciones Internacionales y domina el arte de la copla y la jarana. ¿Qué hace un romántico de la posmodernidad con posibilidades de jugar en la liga española, ser diplomático o músico de éxito? ¡Complicarse la vida como editor!

Nuestro tiempo es el sitio donde los prodigios ocurren en secreto. Dos de ellos son Los Libros de Caronte y Minerva Editorial.

 

Juan Villoro
Agencia Reforma

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