¡Un poco susceptible!
 
Hace (73) meses
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Actualmente, la televisión mexicana está muy desvalorizada. Desde hace bastantes años, la televisión ha sido marcada como la caja idiota, aquella que su único fin es embrutecer a quien está pegado a ella para ver su contenido, el cual para los “conocedores”, no tiene algo que se pueda rescatar. Y tal vez tengan algo de razón, pues que las cadenas televisivas mexicanas no tienen en la actualidad programas que sean de atractivo para el televidente. Al día de hoy, lo que más llama la atención, son las series que producen empresas que transmiten por internet. Los tiempos han cambiado.

Cuando era un infante, alrededor de los siete u ocho años de edad, mi mamá visitaba frecuentemente a la ex esposa del hermano de mi papá; mi tía Lola vivía sola a escasas cuadra y media de donde vivíamos nosotros en el barrio La Surtidora, así es que llegábamos caminando. Aquella casa era una edificación vieja, con sus interiores antiguos, pero muy ordenada y limpia. Por obvias razones, por mi edad, casi siempre que mi madre la visitaba, yo la acompañaba. Era un deleite ir a verla, puesto que hacia un arroz con leche delicioso e inigualable, algo que nadie pudo aprenderle.

En la mayoría de las visitas que le hacíamos, también nos acompañaba mi hermana, pero recuerdo muy bien una ocasión que solo iba yo; mientras ellas platicaban en la cocina, a mí me dejaron en la sala frente a la televisión, estaban pasando una película en blanco y negro, de aquellas que bien representan la época de oro del cine mexicano, historias que te hacían hasta llorar. No puedo recordar el título de aquella cinta, lo que si recuerdo perfectamente es que uno de los actores principales era Miguel Manzano, excelente actor mexicano de cine, teatro, televisión y radio.
Dicha película me tenía bastante entretenido, no me despegué de ahí, pero no me esperaba que casi al final de la película, el personaje que representaba aquel actor moría, algo que me impactó bastante, provocando que me pusiera a llorar sin cesar. Al escuchar mis sollozos, mi madre y mi tía salieron de la cocina para consolarme y explicarme que solo era una película, que no era cierto lo que estaban pasando en la televisión. Mi lado sensible se mostraba ante una representación cinematográfica, que ni estaba basada en hechos reales.

Jamás he vuelto a llorar como en aquella ocasión; no niego que algunas películas me han puesto un poco susceptible, pero no a tal grado como en aquella vez. La televisión de ahora se basa más en los contenidos de internet por lo menos en mi caso, tengo al menos una década que no veo una telenovela, ejemplo claro de que los tiempos han cambiado, ya que yo crecí con las telenovelas, obvio sin referirme a un crecimiento cultural, intelectual o académico.

Sin duda, lo de hoy son las series. Sin el afán de spoilear (arruinar una serie o película, contando lo que sucederá), como dijeran los jóvenes, recientemente acabé de ver una serie española muy moderna donde se ve la problemática de los alumnos de una escuela preparatoria y la relación con un maestro en particular, donde el protagonista muere en el capítulo final, siendo una gran sorpresa para mí, uno por la muerte y otro por la sensación que tuve.

Claro que no lloré, pero me dejó una sensación de vacío, algo parecido a una frustración. ¿Me vi reflejado con los alumnos o el profesor de filosofía? ¿Lamenté la pérdida del padre que recién tenía una buena relación con su hijo? ¿Me proyecte porque ya no me siento tan joven? ¿O de plano estaba muy sensible en ese momento? Vivamos juntos el aquí y el ahora.

GABRIEL PEÑAFIEL

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