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Hace (1) meses
El derecho a discutir

Una boleta con tres opciones reduce cualquier discusión a por cuál de las tres tachar. Sin duda, a los ojos de cualquiera, en estos meses dicha reducción es inevitable. Y reforzar ese dilema es el trabajo esencial de los partisanos y los spin-doctors (propagandistas) de los tres polos electorales. Este texto es para apelar a otros ciudadanos rumbo a la elección presidencial: los que somos activos en la discusión sobre los problemas públicos. Tanto los que simpatizan con alguna fuerza electoral cuanto los que no lo hacemos.

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Una boleta con tres opciones reduce cualquier discusión a por cuál de las tres tachar. Sin duda, a los ojos de cualquiera, en estos meses dicha reducción es inevitable. Y reforzar ese dilema es el trabajo esencial de los partisanos y los spin-doctors (propagandistas) de los tres polos electorales. Este texto es para apelar a otros ciudadanos rumbo a la elección presidencial: los que somos activos en la discusión sobre los problemas públicos. Tanto los que simpatizan con alguna fuerza electoral cuanto los que no lo hacemos.

El derecho a la deliberación pública es esencial para el buen gobierno. La discusión pública no solo debe concernir a quienes son partisanos. Es un ejercicio vital de la democracia: tenemos que debatir y cuestionar qué hacen los gobiernos. No importando quienes ganen, los problemas públicos seguirán ahí. Y si algo han probado los últimos años de gobierno es que los problemas se están agudizando, y las mejoras en el gran esquema del país han sido marginales (aunque pueden diferir de mi argumento).

Mi juicio sobre la realidad social del país no está en función del polo electoral, sino de mi parámetro ético sobre cómo atenderla. Creo que es urgente reiterar una y otra vez de quienes no evalúan la realidad desde un ángulo no partidista que aceptamos ser encajonados en algún “equipo”. Sé que es una estrategia porque es electoralmente incómodo validar nuestros argumentos. Pero creo que tenemos que hacerles todavía más incómodo gobernar hasta que den resultados. En los últimos cinco años he visto a muchos desalentados por la retórica de la polarización. Sacudámonos de esa dinámica. Nuestro rol es incomodar.

A diferencia de los simpatizantes de la actual coalición gobernante, creo que el cambio que ha desplegado el gobierno ha sido marginal, los costos de otras políticas son graves para el país (en particular el apoyo a Pemex, el Ejército y la austeridad), y por más que su argumento es que no son los otros, su agenda no es ni ambiciosa ni suficiente sin una reforma fiscal.

A diferencia de los opositores del gobierno, no puedo leer su retórica hiperbólica o su agenda como una solución. Ya gobernaron por décadas y no han demostrado en los hechos que han aprendido de sus errores de gobierno. Tanto así que el actual gobierno descansa sobre el edificio de políticas que ellos construyeron.

Discúlpeme el lector que simpatice con cualquiera de estos dos polos, pero yo veo una continuación anodina del estatus quo con mejoras marginales. Peor aún, veo complicidad de ambos lados con la clase empresarial mexicana que se niega a contribuir a nuestra sociedad.

Explícitamente lo escribo: yo tengo un lado en esta discusión. Ese polo está abajo y a la izquierda. Yo simpatizo con quienes no tienen un logotipo en la boleta y que demandarán acción a quienes están en la boleta. Estoy con las víctimas de la guerra contra las drogas; con los movimientos indígenas; con los periodistas amedrentados; con las futuras generaciones de la infancia que vivirá los efectos más horribles del cambio climático al que Pemex contribuye; estoy con todos los afectados más pobres de la política de austeridad, y con el movimiento feminista. Quienes estamos de este lado de la discusión tenemos el derecho de cuestionar a los polos electorales. Tenemos el derecho a deliberar.

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