La grave crisis que cercena al Partido Revolucionario Institucional (PRI) parece que difícilmente la podrán parar, debido a que los actos de su militancia distinguida no garantizan una sobrevivencia y menos una posible recuperación.
Sus dirigentes viven un extraño sueño en donde afirman estar sanos y creciendo, aunque la mayoría de los mexicanos bien saben sus enfermedades.
En 1929, Bartolomé Vargas Lugo fue erigido como el primer gobernador de Hidalgo con las siglas del entonces Partido Nacional Revolucionario y de allí a la fecha, la entidad no ha conocido alternancia.
Son 92 años de vida institucional que, de acuerdo con las cifras del Coneval no han representado garantía de bienestar alguno: Hidalgo es la doceava entidad más pobre del país, la que menos empleo genera, la que sobrevive con un 87 por ciento de presupuesto proveniente de la federación y el quinto estado expulsor de mano de obra y de talentos.
La inminente muerte de este instituto político dio ayer dos pequeñas muestras. Una, cuando un reducido grupo de priistas de antaño, la mayor parte de ellos beneficiados por las bondades del poder, escribieron una sentida carta para demandar rescatar al PRI.
Allí, se leían nombres diversos, como Alberto Jonguitud Falcón, secretario de Salud y quien perdió la alcaldía de la capital con el panista José Antonio Tellería; Eleazar García, quien fuera alcalde y nunca aceptó ser priista al decirse “candidato ciudadano”; Aurelio Marín Huazo, a quien todos conocen, entre otros más.
Este llamado a la unidad adoleció de aquellos grandes beneficiados del poder que representó el peor sexenio que ha tenido México y que fue el de Peña Nieto, dando por entendido que ellos ya están servidos. Y la otra, muestra de la descomposición del PRI, es el comentario que se publica en una columna periodística sobre la posible deserción del gobernador Omar Fayad a las filas del tricolor.
Por las características de la publicación, se podría considerar como el tradicional buscapiés para ver reacciones.
Sea como ejercicio de percepción o como un hecho, la especie hace pensar que podríamos ver al gobernador militando en otro partido para buscar influir en la designación del candidato por Morena, por aquello de su cercanía con el presidente López Obrador.
Y entonces, se abriría el camino a Carolina Viggiano para ser la candidata del tricolor, aunque todavía no resuelve la toma de las oficinas del CEN que le hicieron aquellos que piden su renuncia junto con su compañero el dirigente nacional Alejandro Moreno.
Claro está que, en esta especulación, el alcalde de Mineral de Reforma, Israel Félix, sería el abanderado de Morena; veríamos a Xóchitl Gálvez afiliándose las uñas para alcanzar de nueva cuenta la candidatura del PAN; por el PRD, al exdirigente estatal y alcalde Tula, Manuel Hernández, y a Francisco Xavier, tal vez negociando por el Verde o cualquier otro partido satélite.
En fin, los hidalguenses deberán entender la composición de dirigencias y liderazgos de una forma distinta, ante el rompimiento del viejo esquemas que durante 92 años le sirvió primero a una familia y luego a sus allegados, claro, con algunas excepciones muy contadas, como serían Manuel Sánchez Vite y Guillermo Rossell.
Nimiedades: La detención de jóvenes bravucones en autos deportivos de lujo nos muestra que efectivamente existe una clase gobernante, muy lejana a la precaria realidad de Hidalgo.
