Queda a deber
 
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TOPSHOT – USA’s Simone Biles poses with her bronze medal during the podium ceremony of the artistic gymnastics women’s balance beam of the Tokyo 2020 Olympic Games at Ariake Gymnastics Centre in Tokyo on August 3, 2021. (Photo by Lionel BONAVENTURE / AFP)

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Simone Biles llegó a los Juegos Olímpicos Tokio 2020 con los reflectores encima y con el peso de ser la nueva cara del olimpismo mundial.

A sus 24 años, la gimnasta tomaba la batuta que dejaron Usain Bolt y Michael Phelps como íconos de la justa veraniega luego de su participación en Río 2016, en la que logró cuatro medallas de oro y una de bronce.

La nacida en Columbus, Ohio, aspiraba a arrasar cualquier prueba que le pusieran enfrente para llegar a 11 preseas olímpicas que la colocaran a la altura de Nadia Comaneci, Ágnes Keleti o Vera Cáslavska y le abriera la posibilidad de llegar a las 18 preseas conseguidas por Larisa Latynina.

Biles clasificó a las seis finales de la gimnasia en Tokio aun con errores inusuales que luego tomaron sentido. Después de una deficiente caída, la figura abandonó la de por equipos. Primero se dijo que por una lesión, más tarde se dio a conocer que su salida había sido para cuidar su salud mental y que su participación en las cinco finales estaba en duda.

La expectativa por su regreso parecía una flor deshojándose. Pasaron las finales individuales de all-around, salto de caballo (su especialidad), la de barras asimétricas y piso, hasta que por fin, el 3 de agosto, se subió a la viga de equilibrio para conseguir la medalla de bronce, que para la gimnasta representó la más importante de su carrera. “Significa más que todos los oros porque he superado mucho los últimos cinco años y la última semana que estuve aquí.

“Fue algo muy emotivo, estoy muy orgullosa de mí y de todo el equipo. Ahora no me importa lo que venga, estoy feliz porque realicé mi rutina y competí”, declaró Biles a la NBC.

La gimnasta estadunidense llegó a siete medallas en dos Juegos Olímpicos  y ahora tiene un reto importante: convencer a los atletas de que no son máquinas y que, así como ella, pueden parar.

Después de lo que protagonizó en Tokio, Simone Biles dejó un legado que se recordará más que unas cuantas medallas.

 

Francisco Esquivel I Agencia Reforma

 

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