La noche del 18 de enero, cuando explotó una toma clandestina en el oleoducto Tuxpan-Tula, que atraviesa San Primitivo, la familia de Reyes Pedraza Hernández perdió la tranquilidad.

El fuego consumió a tres de sus consanguíneos en la llamada zona cero y quemó partes del cuerpo de uno más: un menor de edad que recibe atención médica en el Hospital de Galveston, en Texas, Estados Unidos.

En entrevista, el campesino, originario de Tlaxcoapan, narró a Criterio cómo fueron los días desde aquella jornada hasta el sábado, cuando sepultaron al familiar que fue identificado con 51 restos más.

“Pasamos los días tristes… sin consuelo. Son cosas que nadie esperaba y que, sin duda, sacudieron a Tlahuelilpan”, dijo.

Describió que en su hogar no hay paz, pues aparte de que no han superado el duelo por la muerte de los tres parientes, viven con la angustia por el joven internado en el país vecino. Sin embargo, aseveró, que tienen fe en que se recuperará.

“La verdad es que la zozobra nunca se va. No encontramos la paz. Los médicos nos dicen que hay días en que nuestro familiar está bien, otros que está mal y que su estado de salud es muy delicado”.

El septuagenario dijo que los especialistas les han indicado que faltan al menos seis meses para que el menor esté en condiciones de regresar a casa.

Les han advertido que después pasará un largo periodo de estabilización y terapia física; le llevará años sanar.

Pedraza Hernández mencionó que ha asistido a todas las misas realizadas en honor de las personas fallecidas por la explosión, también a la mayoría de las liturgias de cuerpo presente.

Aseveró que ha pedido por el “eterno descanso” de los fallecidos, pero en especial por el de sus parientes y por la recuperación del que está hospitalizado.

Desde el 27 de abril, cuando la Procuraduría General de Justicia de Hidalgo (PGJH) empezó la entrega de 52 restos, se han realizado 13 sepulturas en Tlahuelilpan y al menos 10 en los cementerios de Tezontepec y Tlaxcoapan.

Miguel Martínez

Tlahuelilpan