Viste botas negras vaqueras y un sombrero norteño, conoce a este personaje de Pachuca
 
Hace (89) meses
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Con tanto artilugio que carga entre sus manos, a Jorge Aldana Crisóstomo le es difícil avanzar de un puesto de verduras a uno de frutas. Realmente hace malabares entre la gente que caminan con sus bolsas de mandado en todas direcciones de los pasillos de la Central de Abasto de Pachuca.

Viste botas negras vaqueras, pantalón gris, cinto piteado café oscuro, camisa rosa y un sombrero blanco norteño. Con su mano derecha carga el pedestal metálico del micrófono con el que canta y con la izquierda sujeta el amplificador de sonido al que conecta el cable de su bajosexto, que cuelga con un cinto de su hombro.

 

“Mire aquí, marchanta, con el güero que trae la fruta de calidad: plátano, manzana, uva y lo que se le ofrezca… ahí les va esta canción que dice así: ya van pasando las hambres, las guerras, las pestes, los terremotos por donde quiera, y estás son profecías que Cristo dijo y que se están cumpliendo y que anuncian su regreso”, gorgorea el cantante norteño, quien desde hace 26 años compone y canta corridos cristianos de alabanza.
Jorge, de 47 años de edad, es originario de San Pedro Cholula, estado Puebla, donde se dedicaba al campo. Sin embargo, hace 20 años una conversión de su vida hizo que cambiara el azadón, el pico y la pala por un micrófono y un bajosexto para fundar el grupo norteño Los Temerosos de Dios, integrado por Froilán, Abraham y José Alfredo Aldana, sus familiares.
“Dios es bueno, quien nos da todo, salvación y vida eterna. Hay que creer y tenerle fe. Siempre se anuncian las cosas malas que pasan… pero nosotros hoy queremos anunciar lo bueno”, pregona Jorge, con un típico asentó norteño de Monterrey, antes de interpretar el tema El anuncio del regreso de Jesús, que compuso él junto con sus hermanos.
Actualmente vive en Tulancingo. Diariamente se encomienda a Dios para salir a cantar a los tianguis de la periferia; aunque esta vez se vino a la Central de Abasto de Pachuca.
Hay veces que los comerciantes y la gente le dan frutas o dinero. “Todo es bienvenido, pues de esta forma puedo llevar un poco de pan para mis tres hijos y mi esposa”, dice Jorge, quien se define como un hombre de fe.
“Muchas gracias, Dios les bendiga”, expresa el artista urbano a un señor que al pasar cerca del puesto de piñas le da una moneda de 10 pesos que, en segundos, guardó en la angosta bolsa delantera de su pantalón vaquero. Enseguida interpreta la canción El Libro de la Vida.
“A veces encontramos a la gente con el ánimo bajo. Mi intención de venir aquí es traerles un poco de esperanza y fe en Dios; esa es mi misión, darle buen ánimo a través de la música”, expresa durante la breve entrevista que concedió.
Su jornada laboral llega a ser de ocho horas. Asegura que comienza con la cantada a las 10 de la mañana y le para entre las cinco o seis de la tarde, dependiendo la gente que haya en los tianguis.


Con un gesto de gratitud y un apretón de manos, el cantante de corridos cristianos se despide y continúa su travesía por la Central de Abasto de Pachuca, donde siempre se encuentra variedad, calidad, buenos precios y, sobre todo, a alguien que busca cambiar, con pequeñas acciones, la realidad de su país.

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