Por años, Hidalgo y los estados que tradicionalmente se ubican en la ruta de los migrantes han apoyado a esos hombres y mujeres que, en la búsqueda de mejores condiciones de vida, peregrinan por nuestro país.

En su paso por México, las mujeres centroamericanas que buscan a sus hijos desaparecidos son acogidas por el pueblo hidalguense, que les da la bienvenida año con año con una recepción, incluso compartiendo los alimentos en los lugares donde hacen paradas.

Aún recuerdo cuando mujeres de El Salvador, Guatemala y Honduras llegaron a Nopala para hacer un llamado a las autoridades y a la sociedad, para difundir las fotografías de sus hijos desparecidos. Una de las afligidas madres tuvo la suerte de reencontrarse, después de siete años, con su hijo, que se había quedado en una comunidad del municipio y que ya formaba parte de una población que lo acogió y le dio asilo.

Este hombre fue reportado como desaparecido por varios años, hasta que la persistencia de su madre dio frutos y pudo regresar con ella a su país.

Una historia con un final afortunado y una caravana de la fe que ha recibido el apoyo de organizaciones, de hombres y mujeres que comparten su pesar al no tener la certeza del paradero de sus hijos.

Y esto viene a cuento porque hoy México enfrenta una impresionante oleada de migrantes que, como hordas, avanzan lenta pero contundentemente con un solo objetivo, cruzar el país para, según ellos, llegar a la frontera y pasar hacia los Estados Unidos.

Movidos por la pobreza y la necesidad de abandonar sus países, en donde las condiciones de seguridad son verdaderamente lamentables, estos miles de hombres, mujeres y niños tienen más que justificada su movilidad hacia un lugar donde no sean perseguidos o asesinados; sin embargo, aún no se ha identificado del todo quién o quiénes están detrás de ellos y cuáles son los fines que persiguen.

La duda que asalta a muchos es por qué miles de centroamericanos se pusieron de acuerdo para, todos al mismo tiempo, salir de sus pueblos organizados, incluso con transporte, para llegar hasta la frontera. Como que está muy sospechoso, ¿no les parece?

Entiendo que está muy cabrona la seguridad en esta región, pero ¿a tal grado de dejar atrás todo y salir solo con lo puesto?

¿Qué les ofrecieron? ¿Qué panorama les pintaron a estas 7 mil personas como para abandonar sus raíces y enfrascarse en una caravana multitudinaria?

¿De dónde tiene agarrado el gobierno de Estados Unidos al de México para persuadir a la caravana a abandonar su cometido de llegar al país del norte?

¿Dónde está el padre Solalinde, quién siempre apoya a estos grupos vulnerables?

Y quizá un cuestionamiento aún más importante: ¿México tiene la capacidad para atender a una población del tamaño de un municipio, para ofrecerles asilo cuando al llegar a la frontera se encuentren con un verdadero muro infranqueable?

¿Es este un problema de seguridad nacional, en el que México tiene mucho que perder?

Por supuesto que los mexicanos, y sobre todo los hidalguenses, están, como siempre, dispuestos a ayudar y ya se organizan para recibir a los miles de migrantes.

¿Los gobiernos estatales cuentan con los recursos para afrontar los gastos que representa la llegada de miles de personas?

Recordemos las oleadas de migrantes africanos que llegaron a España e Italia y que ahora viven en gigantescos refugios, con los riesgos que eso representa.

Aún con todo en contra, la caravana de migrantes continúa su marcha.

La mayoría son indocumentados que tienen pocas posibilidades de emplearse en el camino a su destino final.

Ojalá que esta crisis humanitaria nos agarre confesados a todos.

Palabras más, palabras menos.

Lamento la pérdida de un amigo, el Profesor Natalio Daniel Cano, hombre amable y caballeroso que se destacó por su vocación de servicio.

Bertha Alfaro