Libro reúne proceso de construcción de Acueducto del Padre Tembleque
 
Hace (99) meses
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Con el fin de conocer la historia de la construcción del Acueducto del Padre Tembleque, ubicado entre los estados de México e Hidalgo, la historiadora María Castañeda de la Paz realizó una lectura y transcripción del expediente localizado en el Archivo General de Indias, ubicado en Sevilla, España.

 

Este trabajo sobre el legajo que data de 1558, así como de su copia (1562), integra el libro “En busca de agua para no morir de sed. El acueducto de Otumba y Zempoala”, que está próximo a publicarse y que arroja aspectos inéditos de esta obra de ingeniería virreinal.

De acuerdo con un comunicado del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el documento da seguimiento a la construcción de 17 años, encabezada por el padre Francisco de Tembleque, fue redactado hace 457 años y consta de 142 folios.

El INAH destacó que dicho legajo sirvió para integrar el expediente que permitió la inscripción del inmueble en la Lista del Patrimonio Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), el pasado 5 de julio.

Castañeda de la Paz, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), descubrió que desde 1541 existía un plan para la edificación del acueducto que une a los municipios de Otumba, Estado de México, y Zempoala, Hidalgo, a cargo de fray Jacobo de Testera.

Sin embargo, por causas desconocidas este plan no se llevó a cabo, aunque fue retomada en 1553, bajo la conducción de fray Francisco de Tembleque, quien lo habría de llevar a su puerto final, según el documento del INAH.

Conforme a la investigación, el plan era levantar el acueducto en tres años, para lo que el rey Carlos V otorgó una cédula real al pueblo de Otumba que lo liberaba del tributo, unos tres mil pesos, por dicho tiempo, pero después se realizó una petición para prolongar la exención durante 10 años.

No obstante, el monarca solicitó una investigación al juez Alonso de Bazán que incluyó la utilización de los recursos y las necesidades de suministrar el agua a la región, y “la respuesta de Bazán fue clara: se requerían 10 años más para acabar la obra y valía la pena concluirla”, expuso el INAH.

Indicó que de julio de 1553 a febrero de 1555 el padre Tembleque se dedicó a reunir el material de construcción en el Cerro Tecajete y a realizar estudios de ingeniería para la construcción de la obra de 48.22 kilómetros que sortea cerros, barrancas y hondonadas.

Versiones de la época, como Gerónimo de Mendieta, Torquemada y Betancourt hablan que el padre Tembleque carecía de conocimientos para encabezar la construcción, y que la llevaba adelante gracias a la “intervención divina”.

Sin embargo, la historiadora María Castañeda aseguró que lo anterior “es totalmente falso”. Juan de Zarza de Agüero fungía como agrimensor, especialista en medir la superficie y levantar los planos correspondientes, y el padre Tembleque lo hacía como hidromensor.

Para el arquitecto Luis Ignacio Gómez Arriola, del Centro INAH Jalisco, quien integró el expediente técnico que permitió la inscripción del complejo hidráulico, la obra refleja las teorías constructivas renacentistas.

“Si se leen los capítulos dedicados a la hidráulica en los tratados de Vitruvio, del siglo I a.C., y en el de Leon Battista Alberti, del siglo XVI, uno se da cuenta de que Tembleque retoma todos los principios acerca de las cajas de agua, los canales, etcétera.

“El que Tembleque no fuera arquitecto le valió para ser audaz. La obra alcanza la mayor altura en arquerías de un solo nivel desde los acueductos romanos hasta el momento de su realización a mediados del siglo XVI. Este logro se debe a la utilización de cimbra de adobe —de la que existen rastros—, en sustitución de la cimbra de madera.

“El padre Francisco de Tembleque se atrevió a hacer lo que un arquitecto hubiera dudado. Yo creo que no se percató de la altura que estaba alcanzando. Esta cimbra de adobe es excepcional, porque si nos ponemos a pensar en un muro de adobe de 33 metros, estamos hablando de 10 niveles. Es realmente excepcional porque la cimbra de adobe no fue utilizada a esa escala, ni antes ni después”, explicó.

La investigación realizada por la historiadora establece que en la obra laboraban diariamente entre 400 y 600 personas, organizadas en cuadrillas que se dividían el trabajo, y un dato importante más es la firma de un convenio el 11 de febrero de 1553 de compraventa de agua —único en su tipo— entre comunidades indígenas.

En 10 cláusulas se estipulaba la cesión del vital líquido de la comunidad de Zacuala a la Otumba, lo mismo que se establecen las tareas concernientes a la construcción y de otros aspectos, como la vigilancia de las cajas de agua.

La obra tomó 17 años y finalizó en 1572, dejó de funcionar en 1674 y cuatro años después fue sometido a una reparación; sin embargo, a mediados del siglo XIX el agua había dejado de correr por sus conductos.

El libro “En busca de agua para no morir de sed. El acueducto de Otumba y Zempoala” aparecerá próximamente publicado por El Colegio Mexiquense, la Secretaría de Turismo del Estado de México y la UNAM-IIA.

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