Como cada año desde que era pequeño y acudía del brazo de sus padres, Salvador, de 70 años de edad, visita todos los 12 de diciembre la basílica menor de La Villita, en Pachuca.
Su fe en la virgen de Guadalupe le ha permitido mantener a flote su taller mecánico en el barrio El Lobo.
Sus manos callosas y ásperas, debido al trabajo con motores, cargan con delicadeza una estatua de la guadalupana, la cual resguarda en su establecimiento, llamado Los Chinos. Cada 12 de diciembre acude a La Villita a bendecir la imagen para que no falte el trabajo ni la salud en su familia.
“Me llena de orgullo venir a persignarme ante la virgen. He seguido con esta tradición de traer a mi virgencita para que nos brinde bendiciones en el taller y en mi hogar. En mi familia tenemos mucha fe en ella”, dijo el hombre, cuya piel morena contrasta con su cabello cano.
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Lo acompaña Ramón, un colega de oficio, quien también lleva ante su pecho la imagen de la Morenita del Tepeyac. Varios años menos que Salvador, el creyente atribuye que en su hogar no faltan los alimentos ni el trabajo por la fe y devoción que tiene en la figura más representativa de la Iglesia católica en América Latina.
Adentro de la basílica, un matrimonio de adultos mayores lleva una pequeña ofrenda; aunque se advierte dificultad en su andar, los fieles de la virgen acuden porque hace algunos años uno de sus hijos sufrió lesiones a causa de unos cohetes; sin embargo, dan gracias porque actualmente su salud se encuentra restablecida.
Casi al lado de ellos, una menor de siete años limpia las lágrimas de su padre, un hombre de unos 35 años que pide a la virgen de Guadalupe que su exesposa respete el acuerdo para visitar a sus dos hijas, pues en ocasiones no le permite acercarse a ellas.
Yuvenil Torres | Pachuca
